Relato participante de la XVIII EDICIÓN (Enero 2020)
convocado por David Rubio Sánchez
REBELIÓN EN LA GRANJA de George Orwell
Tema: El relato deberá contar con, al menos, uno de estos requisitos (podéis elegir uno, dos o los tres):
Escribir una fábula o que los personajes sean animales, con su moraleja o con una crítica social de fondo.
- Un relato en el que se mencione con sentido la novela Rebelión en la granja o al autor, George Orwell.
- Un relato en el que la acción transcurra en una granja.
- Extensión: 900 palabras como máximo.
─¡BAM!
Tronó la puerta al cerrarse de golpe cuando entró el pato Lucio al granero.
─¿Otra vez Tino? ¿Esta vez «atinó?» ¡jaj! ─preguntó jocosa la vaca Rosi.
─¡Tantas preguntas tan tontas! ─repuso enfadado Lucio, mientras se recuperaba de la reciente huida veloz que le dejó sin aliento.
Tino, el hijo adolescente del granjero, encontraba sus mejores carcajadas lanzándole piedras a Lucio, para verlo correr en zigzag.
Las preciosas plumas blancas brillaban al sol, dejando visualmente una estela al zigzaguear y su pico anaranjado que tenía una pequeña curva hacia la mejilla, parecía que le dibujaba una sonrisa.
─Si sigues corriendo así no tendrás contento al jefe ─advirtió escondiendo la risa el caballo.
─No engordarás lo suficiente, ¿qué tal tu hígado? ¡jej! ─rió el gallo.
─¡Ríete ahora, que te tocará a ti en Navidad! ─respondió Lucio malhumorado por las reiteradas mofas de sus compañeros.
A la noche, cada animal se colocó en la parcela del granero asignada como habitación, aunque ninguno podía dormir.
Sin apetito y sin demostrar el temor que le invadía, Lucio se fue al nido con su bandada. Con los ojos cerrados, le era imposible conciliar el sueño, los pinchazos de dolor cerca de su estómago no se lo permitían y cada vez le resultaba más difícil correr para esquivar las pedradas... era una realidad, la sobrealimentación le estaba haciendo estragos.
Los patos jóvenes desconfiaban, mas no osaban preguntar nada.
Rosi, preocupada, pensaba en inventarse bromas mejores para que su amiguito lo pasara lo mejor posible.
El caballo agradecía en silencio que al jefe no le gustara su carne, aunque trabajaba muy duro, tirando del pesado carro que le enganchaban para trasladar los productos de la granja.
Al gallo se le cruzaba por la mente que como era el único de su especie en aquella granja y ya tenía varios años no «le tocaría» en Navidad, como le había dicho Lucio.
El cerdito era casi un bebé, nunca entendía las bromas de los demás y cada noche intentaba recordar cuál había sido la última que había dormido con su mamá.
Las ovejas estaban tan juntas, que no se sabía donde empezaba una o acababa otra. Sus lanosos pelajes se confundían como si de un cielo nuboso se tratara, y ellas sí que dormían serenas.
Amaneció soleado, y en el prado de la granja donde los animales caminaban libremente, estaban atareados el granjero, su esposa y su hijo.
─El mejor foie gras comeremos este diciembre ─dijo el hombre.
─Yo no quiero esa grasa asquerosa ─replica Tino─, grasa de hígado de un pato enfermo ¡puaj!
─Si tú lo único que haces es darle sufrimiento con tus pedradas ─dice su madre.
─Vosotros lo hacéis sufrir, metiéndole ese tubo largo directo al estómago con mala comida, le atravesáis por dentro del cogote sin piedad, así engorda y fabrica dentro de su hígado esa grasa amarilla que llamáis foie.
Reinó un incómodo silencio por un momento, dejando los rostros serios.
Un silencio absoluto, antinatural... no se oía el goteo del grifo mal cerrado, las ovejas paralizadas no hacían chirriar la puerta de madera del corral; ausencia total del resoplar del caballo, o del cascabel de Rosi, la vaca; hasta el viento parecía estar de acuerdo con el muchacho, porque no movía ni una hoja.
─¡Pues así será! ─sentenció el granjero.
Una semana después, era notoria la cojera de Lucio en su deteriorada salud, junto con su plumaje opaco. Su organismo estaría fabricando una buena cantidad de foie... ¿manjar de los dioses? ¿exquisita comida para clientes adinerados? son solo algunas definiciones dichas por los considerados mejores chefs de los restaurantes más selectos. Definiciones que esconden su origen, que no hablan del maltrato animal; del dolor y malestar que cada pato o ganso sufre en el proceso de crear un capricho para el paladar que solo sirve para alimentar la vanidad humana, lejos de las necesidades de nutrición propias de la cadena alimenticia.
─Otra vez ese chico molestando ─protestó Rosi.
─Ven aquí patito, Lucito, dónde estás?
Lucio lo observaba escondido hasta que Tino lo descubrió.
No intentó huir, no podría, apenas daba saltitos que acompañaba abriendo sus alas como si fuese a volar para poder avanzar en cada paso.
Fácilmente lo cogió Tino, y mientras el pato se retorcía abriendo su pico en silenciosa señal de súplica, ya que no podía emitir sonido con sus cuerdas vocales destrozadas por el tubo de la sobrealimentación, lo abrazó diciéndole:
─Tranquilo, ayúdame a ayudarte.
Era mediodía, su padre aún no volvía y su madre estaba entretenida en la cocina, tenía solo media hora para poner fin al sufrimiento del pobre Lucio de una manera digna.
Montó en el caballo ─quien miró interrogante al pato y este le devolvió una mirada de resignación─ y galopó hasta dos granjas más al norte, donde vivía Amalia, la chica que suspiraba por Tino. Este le pidió por favor que cuidara de Lucio, que se repondría. Ella, ante la mirada cautivante del chico y al ver el estado lamentable del pato no pudo resistirse.
Lucio quedó en buenas manos... aunque su estado era ya crítico.
─No veo al pato ─dijo contrariado el granjero a su esposa.
─Estaba moribundo, a saber si ya no se lo comió algún zorro ─contestó ella.
─Nos conformaremos con el foie industrial de la ciudad.
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A elegir: realidad para concienciar a los demás o fantasía, vanagloriándonos de lujos a costa del sufrimiento ajeno.
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